martes, 7 de junio de 2016

Delantera de la vida

(Así arranqué el 31/05) Esta mañana me levanté como todos los días para ir a trabajar con la diferencia de que en vez de llevar mi mochila de siempre, llevé la mochila en donde traslado la cámara de fotos, el flash, batería extra y todo el mini equipamiento que conlleva el arte de sacar fotos, para fotografiar a mi Mamucha en la charla que iba a dar a la tarde para un grupo de secretarias. Así que cargué todo lo importante y de lo que llevo a diario incluí solo lo imprescindible. Entiéndase a esto por billetera, nécessaire con cosas femeninas (porque aunque no parezca lo soy), pañuelitos por si en el baño no hay papel higiénico (siempre pasa) y las llaves, NADA MÁS. Salí al mundo y cuando me quedaban pocas estaciones de subte me escribe ella, Mamucha, pidiéndome mi DNI para registrarme en el lugar del evento (madres modernas que no recuerdan o no tienen anotado en algún lugar el DNI de su hijucha) y acto seguido empezó la desesperación de cada mañana previa a dar una charla, le faltan mil cosas que se podían haber preparado con tiempo. Pero la entiendo y no me molesta, porque cuando producía programas de radio me pasaba igual, las ideas venían siempre a último momento, y si hasta Picasso lo dijo: "La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando", imagínense si me voy a ofuscar yo. 

Además de la cámara de fotos llevaba encima un silbato, dos temas musicales y una pelota de fútbol que me había pedido con tiempo. Pero a nueve horas de empezar la charla se dio cuenta que necesitaba un brazalete de capitán y entró a desesperar levemente. Si bien íbamos hablando por whats app el “¿se venden en las casas de deporte?” junto a un montón de caritas de miedo, me afirmó su desesperación capricorniana. Con total tranquilidad le dije que sí, que se consiguen y que a la salida del subte hay un local de artículos deportivos. Ley de Murphy: no tenían. Le conté la negativa seguida de una primera posible solución, que a una cuadra de donde ella trabaja, hay al menos cinco locales de ese tipo, tenía que conseguir, pero no, Murphy seguía legislando sin pestañear. Ya en la oficina le dije que me dejara a mí que con paciencia escorpiana iba a bucear por el universo de Mercado Libre. ¡Eureka!, apareció en el radio de mi oficina alguien que los vendía. Clickeé “comprar” y cuando leo la dirección era a tan solo DOS cuadras y a metros de donde suelo comprar comida para almorzar esporádicamente. Claramente el universo estaba de nuestro lado. Le aviso para bajarle un poco la ansiedad y me dice: "me traje la camiseta de Argentina, para la próxima le estampo el 10, o MessiMamucha”, y ahí todo empezaba otra vez. Voy a retirar el brazalete, pregunto y si, hacían estampado en el acto, un golazo (ya que estamos en tema), pero si bien trabajamos a veinte cuadras de distancia por temas laborales no podía ir a buscar la camiseta hasta su oficina. Fueron tal las ganas que me la mandó con un cadete. Así que al rato estaba volviendo al local para estamparla. El estampador no entendió mucho cuando le dije que el estampado era un 10 y “MessiMamucha”, probamos medidas, distancias, y se fue a hacerlo. Mientras esperaba pensaba “si se equivoca y le pifia a una letra”, “si lo hace torcido”, “si estampa mal y le arruina la camiseta”, porque uno a contra reloj siempre teme. Pero elegí confiar, nada de lo que se hace con amor sale mal. Por más que sea a último momento. Al rato la trajo, no solo quedó espectacular sino que ver el “MessiMamucha” grabado como un tatuaje me aceleró los latidos del corazón.


Claro, no les conté por qué “MessiMamucha”. Merece un capítulo aparte pero nació como un aliento, como un “vos podés”, “vos sabés”, “vos valés”, en pleno Mundial 2014 cuando empezó con sus primeros exámenes de su tercera carrera y sentía que no sabía, que no iba a aprobar, que estaba estudiando ‘de vieja’, porque ya no tiene la memoria y el aguante de los 20... Esos eran sus dichos, y yo para darle empuje le decía que fuera con sus conocimientos como va Lio con la pelota, que encara, y cuando arranca nadie lo para, gambetea, la acomoda para un lado y para otro, lo empujan, le tiran de la camiseta, lo patean y nunca se cae, siempre sigue con la mirada fija en la pelota, es lo único que le importa, se mete en el área chica, y sin levantar la cabeza ya sabe dónde está el arco, la posición del arquero, y patea. Y hace el gol. “Vos podés, te va a ir bien, sos MessiMamucha” y allá iba con sus miedos y sus inseguridades y yo alentándola con el único ejemplo que me nació de las entrañas, el del fútbol, porque todos sabemos que tengo una pelota en la cabeza. Y ese MessiMamucha quedó como uno de los tantos apodos pero que solo se usa en caso de emergencia. 

Hoy era uno de esos días para ella, tenía que encarar una charla para alrededor de 200 secretarias, charlas que da hace más de diez años, después de haber tropezado con obstáculos que pone la vida y que te hacen dudar de tus capacidades y conocimientos. Es por eso que cuando me dijo que quería estampar su camiseta ORIGINAL con el apodo que yo  le puse como grito de guerra, emocionarme fue lo primero que sentí. Pagué, me volví a la oficina, hice de cuenta que trabajé un rato más y me fui al lugar del evento. Llegué y estaba vestida como siempre, con un traje y sus infaltables camisa y corbata. Toda una secretaria ejecutiva. Pero para la apertura de su charla iba a salir vestida de jugadora de fútbol, y si bien yo iba en calidad de fotógrafa, la ayudé a cambiarse. Se puso el short, la camiseta, las medias celestes y blancas hasta la rodilla, se colgó el silbato y me dio el brazalete para que se lo ponga. Sí, yo le tenía que poner la cinta de capitán a mi Mamucha. La emoción volvió pero en forma de tembleque. Agarré la cinta y parecía que tenía párkinson. Mientras se la pasaba por el brazo y la cerraba me di cuenta que soy su Mascherano. Le distribuyo el juego, le organizo la estrategia, la asisto. Pero toda la jugada es de ella, ella va y hace los goles. Sale a la cancha con todo lo que es y lo que sabe, igual que Lio. Y si, a Lio no siempre le va bien, de hecho con Argentina no ganó ni un Mundial, ni una Copa América, pero está siempre. Y a Mamucha también a veces no le va tan bien como quisiera, pero encara, gambetea, la tironean y no se cae. Patea, a veces la clava al ángulo, a veces pasa besando el palo, a veces se la tapa el arquero. Pero nunca la cuelga en la tercera bandeja. Porque si hay algo que tiene es entrega.

Y a mí me encanta ser su Mascherano, saber que confía en mí para cada necesidad que tiene, que me haga parte de cada una de sus locuras, porque cuando me dijo: “para la charla del 31 de mayo voy a salir vestida de jugadora de fútbol”, yo largué la carcajada y le respondí: “¿qué necesitás?, la camiseta ya la tenés”, y no me achico (pese a mi tamaño) voy en busca de lo que necesita para lograr lo que quiere, y si tengo que sacar agua de las piedras, hago nacer un arroyo. Porque cuando nos adoptamos sus contenidos de fútbol eran los mismos que se encuentran en una revista de moda, razón por la cual le empecé a decir “tenés menos fútbol que un taco aguja” y eso se resumió en otro apodo “Taco Aguja”, pero de a poco se empezó a meter en mi mundo de pelotas de fútbol, camisetas y camperas con escudos. Los fines de semana incorporó el “hijucha, ¿cuándo juega Vélez?, así vamos al cine y no te perdés el partido”, mira un partido de Argentina con la mirada en leer fútbol y no en fijarse el look de los jugadores (aunque a veces le sale la minita de adentro) y me pregunta cuando tiene dudas. Empezó a ver los partidos de su equipo y me los comenta por whats app y hasta vino a la cancha a que veamos juntas un Vélez-River en el Amalfitani. Nos queda pendiente un River-Vélez en el Monumental y ver a Lio y Masche con la celeste y blanca. Se compró su propia camiseta de Argentina y se pone orgullosa la camiseta de River que le regalé. Y que se abra a un mundo desconocido solo para compartir algo más conmigo, cuando ya compartimos millones de cosas, me genera mucha emoción, mucha alegría y es por eso que no me importa que no sepa ni tenga anotado mi número de DNI, hay acciones como estas que la superan. Por eso verla vestida de jugadora de fútbol me dio mucho amor. Usó algo muy mío para superarse, para decirle a todos y sobre todo a ella misma, “acá estoy, me pongo la camiseta, la cinta de capitán y soy la artífice de mis propios goles, de tirarla al lado del palo o que me la ataje el arquero. Pero soy yo.”


Y acá estoy yo escribiendo esto que necesitaba ver el papel (aunque sea virtual) cuanto antes, por eso apenas llegué a mí hogar solo me saqué la campera y prendí la computadora. Ni puse a calentar la cena pese a que lo último que ingerí fue un café a las cuatro de la tarde, ni prendí la calefacción con los 8º C de temperatura que marcan este invierno que se adelantó, este fuego interno me dio ese calor y el alimento que da una madre o una MessiMamucha.

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